Los oftalmólogos advierten que, antes o después, todos nosotros padeceremos de presbicia, un trastorno ocular, conocido de manera popular como “vista cansada”. No en vano, la presbicia es la principal anomalía visual entre la población española mayor de cuarenta años. Algunas estadísticas apuntan a que hasta el 40% de la población adulta sufre de problemas de vista cansada.
Síntomas y aparición
Precisamente es entre los 40 y los 45 años cuando comienzan a aparecer los primeros síntomas de presbicia independientemente del sexo, edad, genética o hábitos alimenticios de la persona. La presbicia se puede considerar como una consecuencia normal del proceso de envejecimiento, siendo un problema fisiológico y del que no se conocen mecanismos de prevención.
La vista cansada se debe a la pérdida de elasticidad y capacidad de acomodamiento del cristalino. Cuando miramos hacia objetos lejanos, el cristalino –la lente que tenemos dentro del ojo- se mantiene plano pero al aproximarse a un objeto se abomba para cambiar el enfoque. Con el paso de los años esta flexibilidad del cristalino se resiente.
La presbicia o vista cansada no es un trastorno grave pero muchas personas se resisten a admitir la aparición de los primeros síntomas de la misma en una especie de resistencia natural a admitir el inicio de la vejez. Precisamente, uno de los mayores peligros de la presbicia radica en no aplicar el tratamiento adecuado para corregirlo ya que se puede someter a los ojos a un sobreesfuerzo.
Tratamiento
El tratamiento tradicional para la presbicia se apoya en elementos ópticos externos como gafas o lentes de contacto aunque, en la actualidad es cada vez más frecuente el recurso de la operación para vista cansada mediante cirugía láser ya que se ha mostrado como una opción con buenos resultados.
En relación al uso de gafas o lentillas, deben ser un oftalmólogo y/o óptico de confianza el encargado de prescribir las más apropiadas para cada uno considerando factores como su grado de cansancio visual, edad y otras alteraciones de la vista que se pudieran padecer.
El uso de gafas monofocales o bifocales o su equivalente en lentillas es algo que cada uno debe decidir en función de lo que considere más cómodo, siendo posible la combinación de ambas soluciones. Eso sí, la adaptación o cambio tanto de gafas como de lentillas debe hacerse cada cierto tiempo dado que la capacidad de enfocar del ojo sigue su proceso degenerativo con el paso del tiempo. Las revisiones con un especialista deben ser algo obligatorio cada cierto tiempo.
Como hemos comentado, también cabe la posibilidad de recurrir a un tratamiento quirúrgico mediante láser. La operación de presbicia es una solución apropiada para aquellas personas que no quieren utilizar gafas o lentes de contacto.
Este tipo de técnica cuenta con la ventaja de no requerir hospitalización siendo además la recuperación muy rápida y con apenas molestias para el paciente. Además, soluciona el problema durante años aunque no es un tratamiento totalmente definitivo y puede que requiera de algún retoque al cabo del tiempo ya que el músculo que actúa sobre el cristalino tiende a la pérdida de elasticidad de manera natural.
En cualquier caso, es muy importante recurrir a profesionales de confianza. Al fin y al cabo, aunque se trate de una cirugía poco invasiva, es una operación y como tal siempre implica algún tipo de riesgo por lo que no conviene ponerse en manos de cualquiera y menos aún, guiarse solo por temas económicos.