Cuando llega el verano, y nos hemos bronceado, nos gusta lucir ese tono de piel adornado con joyas, y las que más destacan son las de plata, sin embargo, no todos podemos usarlos. ¿sabes por que surge la alergia a la plata?
La plata es uno de los metales que normalmente no producen ninguna reacción en contacto con la piel, algo menos del 10% de la población la sufre más bien. En realidad no se suele deberse a la plata sino a que su aleación contiene otros como el cromo, cobalto, el vitlaio, el duralio, o el níquel especialmente, con un alto poder de penetración. Así que cuanto más pura sea la plata menos nociva será.
Estas incompatibilidades son de tipo inmunológico, ya que no responden a una exposición elevada a este metal con altos niveles de toxicidad, sino a un contacto continuado con bajas concentraciones de metal sin niveles tóxicos apreciables. Se trata de una reacción genética, de algunas células del sistema inmune sensibles a ese material.
Los síntomas son claros como inflamación, eccema, quemazón, picor y, si no se retira la pieza causante, herida e infección. Esto tiene lugar cuando el metal ha sufrido procesos de galvanización por los que sustancias como el níquel y el mercurio, presentes en la plata u otros complejos metálicos, se vuelven inestables y se adhieren a las proteínas de las células. Asimismo, para que este tránsito de lugar se han de poner en contacto con fluidos biológicos, que en el caso de las joyas se concreta especialmente en el sudor o en células muertas de la piel.
El sistema inmune reconoce el metal en la proteína como un invasor y lo ataca, aunque lo normal es que sea aceptado por el cuerpo sin más. Esta defensa queda memorizada por el cuerpo que reacciona automáticamente tras la primera ‘toma de contacto’.
Lo primero que hay que hacer si esto sucede es quitarse el accesorio y evitar plata y bisutería, sobre todo en pendientes y piercings. Normalmente las piezas de titanio o acero quirúrgico no producen este efecto y hay quien para recomienda un barnizado especial o esmalte en la zona de contacto que aisla el níquel u otros elementos para que no ‘toquen la piel’. Pero para estar seguro de nuestros níveles de sensibilidad a este u otros metales os aconsejamos el test de Melisa, especialmente si notáis dolores de cabeza, migrañas, depresión, fatiga o si ya padecéis una enfermedad inmune.